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Todo lo mejor de la naturaleza

El queso suizo es sinónimo de naturalidad: desde leche suiza y cuajo de alta calidad hasta cultivos bacterianos. Hay muchos motivos buenos para crear la leche suiza, como los pastizales suizos, el buen forraje, la estricta legislación sobre bienestar animal y los controles regulares e independientes. No en vano, la leche suiza también se conoce como «oro blanco».

Pero la producción de queso y la afinación (cuidado y maduración) también son sinónimos de naturalidad en Suiza. No hay necesidad de preguntar por los números E, conservantes o potenciadores del sabor: el queso suizo es pura naturaleza de lo mejor de Suiza.

El queso suizo es muy apreciado en todo el mundo. Por su sabor único, su calidad indiscutible y su autenticidad. Detrás de esta autenticidad, además de la artesanía y la pasión, están las altas exigencias de los queseros locales en su propio trabajo y actividades, así como las estrictas normas, reglas y controles. El Reglamento sobre productos alimentarios suizo establece, entre otras cosas, los requisitos para los productos alimentarios de origen animal y regula su etiquetado especial. Además, existen estrictos requisitos medioambientales y de higiene, así como directrices de producción específicas para cada industria y variedad.

La Ordenanza Alimentaria del Gobierno Federal

Existen normas muy precisas y regulaciones exactas para la producción de queso suizo. Así es como la legislación alimentaria suiza define la legislación alimentaria por medio de un Reglamento sobre los productos alimenticios de origen animal (VLtH, por sus siglas en alemán)  estos productos alimenticios y los productos elaborados a partir de ellos en detalle. El Reglamento también establece los requisitos para estos productos y regula su etiquetado especial. La base para ello es el Reglamento sobre productos alimentarios y artículos utilitarios (LGV, por sus siglas en alemán).

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Renuncia voluntaria a los aditivos

Al igual que en la UE, se permiten determinados aditivos en la fabricación y el cuidado del queso suizo. Sin embargo, para diferenciarse claramente de los productos importados, la industria quesera suiza decidió en 2002 adherirse voluntariamente a reglamentos aún más estrictos y abstenerse de utilizar colorantes producidos artificialmente y diversos conservantes antibióticos activos. Esto se registra en la «declaración voluntaria de renuncia». Desde entonces, una gran mayoría de los queseros suizos ha firmado este código de la industria cada tres años. Las únicas excepciones al código del sector son el queso fresco, las especialidades de temporada, el queso fundido y la preparación de queso fundido.

En concreto, la industria se ha comprometido con la «declaración voluntaria de renuncia» a abstenerse de utilizar los siguientes aditivos en la producción y cuidado de quesos extra duros, duros, semiduros y blandos:

  • materiales de laboratorio producidos por procesos de ingeniería genética
  • Aditivos para evitar la fermentación defectuosa: nisina (E 234), lisozima (E 1105), nitrato de sodio (E 251) y nitrato de potasio (E 252)
  • Colorantes preparados sintéticamente
  • Aditivos para el tratamiento de superficies: natamicina (E 235)

Una fuerte señal de la industria quesera suiza que aboga por la naturalidad y la calidad de sus productos.

¿Lo sabías? La corteza del queso suizo no es problemática.

La corteza del queso se consume tradicionalmente con la raclette. No hay problema con el queso raclette suizo, porque el código de la industria prohíbe el uso de aditivos antibióticos como la natamicina. Esto significa que la corteza del queso suizo siempre se puede comer sin problemas, incluso si no tiene el mismo sabor en todas las variedades.